Del libro: DOS ENCENDIDOS
1834 abandonada en esta isla
sin un centavo
con los ojos secos en Paita
rodeada de baúles y unos pocos vestidos
Más sé bien
que el tiempo me justificará
Ni amigos
Ni familiares nada
solo Jonatás y Natán
fieles almas que me acompañan y protegen
Si el veneno de dos serpientes
hubiera actuado en mí
ahora estaría contigo Simón
en el amor eterno
de un campo de manzanas
en pleno sol cosechando rosas
besándonos impúdicos
y nuestros espíritus moviéndose
levemente
suavemente hacia el delirio
Soy un formidable carácter
amiga de mis amigos
enemiga de mis enemigos
Lloro la muerte del Padre de la Patria
del infeliz y Grande Bolívar
matado por la perversidad
Otra vez con mi soledad
y este territorio de cartas
que me sobreviven
que me dan oxígeno y me atan
a esta isla flotante de mi corazón dañado
1840 estoy condenada al vacío de una isla
a la soledad arcaica del mar
a vivir el exilio en un puerto ceniciento del mundo
puerto sordo y mudo
donde apenas quedan algunos perros
que pronto también se irán conmigo
Condenada en Paita
reconozco el viento que enloquece
no ha dejado de perseguirme
La luz lineal de las tardes quietas
la profundidad del horizonte
llenan mi mente
El viaje ha sido largo
no sé si valió la pena llegar a aquí
para contemplar olas
sal y fantasmas de este exilio
Las olas donde veo tus ojos
olas que traen cangrejitos
pedazos de madera oscura
temblores de mi pasado
peces que gritan
como ciertos brotes de alegría
el brillo de tu voz llamándome:
Manuela
Manuela
mi Manuelita
mi quiteña del viento
mi loca enamorada
Estoy sentada frente de la hamaca
que está quieta como si esperara a su dueño
El aire también está quieto
esta tarde es sorda
los árboles del huerto están como pintados
En este silencio mío medito
No puedo olvidar
Leo y me digo a mí misma
que soy adicta al sufrir
Sí su amor sigue en mi corazón
y en mis pensamientos
El mundo no se percata dónde queda Paita
Escribo a mis familiares en Quito
y nadie contesta
estoy sola y en el olvido
desterrada en cuerpo y alma
El camino al exilio ha sido muy largo
hasta la verdadera soledad
una religión que ahora profeso
mientras enciendo cirios
que trueco por llamas de nostalgia
Terminar en Paita
haciendo dulces de amaranto
entretenida con los perros
a los que rebautizo con nombres crueles
En Paita
fumo el tabaco del orgullo
el humo cicatriza los recuerdos
Un camino largo
tantas privaciones ha tenido
la Caballeresa del Sol
la mujer del Libertador de América
Recostada en mi hamaca
apaciguada por la sequedad
del calor amarillo de Paita
huelo tus cartas
cartas muy mías
que me acompañarán a la tumba
Un perfume de agria derrota
y de mujer sin miedos
invade las cuatro paredes
que me cubren de la lluvia
Pero no del viento
reclamándome
¡La historia no se la cuenta
se la hace!
Por eso quiero que me entierren
con tus cartas
saberme poseída por ellas
solo tus palabras apagan la difteria
que va tomándome
Ese temblor de tierra
retarda mi partida
ese temblor de mi cuerpo
cuando me abrazas
Sé bien a donde debo ir
el viento me guiará
ese mismo viento histérico y rotundo
que me llevó a ti
Soy una mujer que amó
y encontró la libertad
aunque luego perdió
a la libertad y a su amor
Una mujer en un campo de arena y agua
con un diamante en el pecho
que nadie logró quebrar
y solo un hombre logró retener
Soy Manuela Sáenz
Nunca tuve miedo
estoy vieja pero no temo
esta agonía de 26 años
no ha logrado meterme miedo
alucinada
con el corazón abierto al cielo
espero a la muerte
vestida de soledad
pura en mi locura
preguntándome
en qué parte de la dimensión de la muerte
debo buscarte mi bienamado Simón.